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La Laguna Gallega

Cómo llegar

  • Desde Astorga por la carretera Astorga-Pandorado (LE-451) hasta llegar a Villamejil.
  • Desde León por la N-120 hasta llegar a Astorga.
  • Desde Benavides de Órbigo, tomar la carretera hasta Antoñán del Valle y continuar hasta у Cogorderos; desde aquí a Villamejil por la carretera Astorga-Pandorado (LE-451).

Descripción de la ruta

Nombre de la ruta La laguna gallega
Inicio/Fin Villamejil
Duración aproximada 4 horas y media
Dificultad Baja
Tipo de ruta Cirular
Punto más elevado 1008 m

La ruta se inicia en el ayuntamiento de Villamejil. Al pie de la carretera, se toma el camino asfaltado que llega hasta el campo santo y que es pronto abandonado para ascender hasta la senda que discurre por el alto del chano.

Desde este mirador natural, junto al Tuerto, se divisan los pueblos del municipio. Mientras, al este, la vista se pierde en la planicie y no alcanza a ver el siguiente valle, el del Órbigo. Un paisaje de pinos, retamas y antiguos campos de centeno conduce hasta la laguna Gallega.

Tras el oasis de rebollos que permite el agua de la laguna, el camino prosigue por la estepa cerealista hasta llegar a Sueros, donde varios castañares reciben al caminante. La ruta se acerca hasta el pisón, donde la fuerza del agua del Tuerto movía el batán de lino, convertido ahora en lugar de recreo para vecinos y visitantes. La iglesia, conocida como la colegiata de la Cepeda, merece una parada. El regreso a Villamejil se hace por la vega. En primera línea, pegada al agua, la vegetación propia de ribera; más alejados, los cultivos que antaño fueron de regadío, van siendo sustituidos por plantaciones de chopo.

Recomendaciones:

  • Aunque en el recorrido existen algunos manantiales y fuentes, se recomienda no beber agua sin las suficientes garantías sanitarias.
  • Por respeto al entorno y a otros posibles visitantes, evite dar voces o llevar aparatos con ruidos estridentes.
  • La recogida de residuos es muy dificultosa en estos valles. Procure llevar su basura de regreso y depositarla en contenedores.
  • Cuando en la zona haya ganado, no deje suelto a su perro, puede asustar a los rebaños.
  • Procure protegerse del sol utilizando sombreros o gorras y protectores solares.
  • Además de para senderismo, la ruta ofrece inmejorables condiciones para bicicleta de montaña.

Cartografía

Vuelo virtual

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Galería de imágenes

Contenido temático

En medio de la estepa cerealista, dorado mar de espigas llegado el verano, una ligera depresión cobija a la laguna Gallega. El agua de lluvia se acumula en la somera cubeta impermeable inundando hasta cinco hectáreas que, con el calor del verano, se irán reduciendo para perdurar en un pequeño charco apenas perceptible.

Algunos estudiosos opinan que en época romana, la laguna "debió ser el centro de regulación de aguas de los sistemas de explotación auriferas de estos terrenos situados entre las cuencas del Órbigo y el Tuerto".

A sus pies discurre la Cañada de La Vizana o de La Plata, conocida vía pecuaria por la que las merinas trashumantes subían hacia los frescos puertos de León, después de pasar el invierno en las dehesas de Extremadura, en la meseta o en La Mancha. A orillas de la laguna, pastores, perros y rebaños pasaban la noche arrullados por el canto de ranas y grillos, antes de proseguir su camino hacia los agostaderos. Allí coincidirían con tratantes de bueyes, que procedentes de Galicia -de aquí puede venir el nombre de la laguna- se adentraban en la provincia por este camino, paso natural entre León y Galicia y recorrían los mercados con su preciada mercancía.

Carreteros, trashumantes y mercaderes destacaban la dureza de la cuesta de La Utrera y La Garandilla, a la que se enfrentarían en etapas sucesivas en la vecina comarca de Omaña, dejando la canción:

Ese buey de la derecha, Lleva l'acornal rompida, Que se le rompió al subir, La cuesta de la Garandilla.

El nombre de Sueros parece proceder de serum (suero), en referencia al fluir de los arroyos Gándara y Presilla que unen sus aguas a las del Tuerto a la altura de este pueblo. En los difíciles tiempos de la Reconquista, Sueros fue por un día capital del Reino de León, cuando Alfonso IX celebró Curias en marzo de 1220.

Siempre ha sido el pueblo más grande del contorno, su lugar estratégico en el centro de la comarca cepedana, hizo de él lugar de paso donde se asentaron negocios destinados a atender y dar servicio a arrieros, carreteros o trashumantes que, procedentes de la Cepeda Alta, los valles mineros de Tremor o Valdesamario o cualquier otro punto de la Península, cruzaban la comarca hacia Astorga, el Órbigo o los altos puertos leoneses. En 1857 se contabilizaban 47 negocios entre cantinas, tiendas, talleres, posadas... dedicados a la atención del comerciante. Los productos traídos y llevados por los arrieros, los que siempre produjo la vega del Tuerto -lino, patatas, centeno, paja, frutas y los productos del huerto- y la ganadería, complemento de la agricultura local, abastecieron en lunes alternos desde 1930 y hasta bien entrados los 80 el famoso mercado de Sueros, donde mercaderes y feriantes, compradores y vendedores, de aquí o de fuera, intercambiaban, compraban y vendían, sin olvidar el famoso regateo, el trato de venta y la conrobla, la correspondiente celebración en la cantina.

De trazado serpenteante y tortuoso, el río Tuerto, que nace en los Montes de León y desemboca en el río Órbigo, actúa como colector de las aguas de la comarca cepedana, situada en la divisoria de la cuencas del Miño-Sil y del Duero. Fue siempre un río de caudal irregular con frecuentes crecidas y avenidas estacionales, hasta que sus aguas, domesticadas por el embalse de Villameca, permitieron el aprovechamiento agrícola del valle.

En su recorrido por Villamejil, el río desaparece a la altura de Quintana de Fon, sobre todo durante el estiaje veraniego, fluyendo bajo el suelo sobre una capa de arcillas impermeable, para reaparecer en las cercanías de Fontoria. En su discurrir hacia el Órbigo, atraviesa el paraje de la Llandansera (llano de las danzas), al que bien pudo referirse Estrabón cuando relataba que los pobladores del noroeste de Hispania "danzaban a la luz de la luna llena".

El centeno, uno de los pocos cereales capaces de soportar las duras condiciones que ofrecen los 1.000 m de altitud que alcanzan estos chanos, ocupó durante largo tiempo los amplios campos de centeno que dominan el paisaje. Finalizadas las labores de siega, acarreo y maja, el destino final del grano limpio era el molino.

En 1750, según el Catastro del Marqués de la Ensenada, en el pueblo de Villamejil existían tres molinos y en todo el municipio, hasta 15. Todavía hoy, Villamejil es atravesado por la moldea, el cauce artificial desde el Tuerto que aportaba agua, incansable combustible del molino maquilero. La maquila era la parte de grano que el molinero cobraba por las tareas realizadas, su comportamiento honrado en el cobro, la calidad y rapidez de la molienda y la cercanía del molino, eran determinantes para elegir molino. Otros artilugios que utilizaron la fuerza del agua fueron pisones y batanes, capaces de apelmazar el lino tejido, que durante años se cultivó en el municipio. Hoy, paralelas al cauce del Tuerto y custodiando la ribera, las choperas izan sus copas al cielo.

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