¿HAS PERDIDO TUS DETALLES?

DVD Promocional

De Valporquero a Valle y Coladilla

Cómo llegar

  • Desde León se toma la carretera LE-311 en dirección a Matallana de Torío y Vegacervera. Tras cruzar las Hoces, a la altura de la localidad de Felmin, se desvía una carretera a la izquierda que, tras una fuerte pendiente llega al pueblo de Valporquero.
  • A Coladilla y Valle se accede por la misma carretera LE-311, tomando un desvío a la izquierda en Vegacervera. También por la N-630, carretera de León a Asturias por el puerto de Pajares, tomando un desvío a la derecha a la altura de La Vid.

Descripción de la ruta

Nombre de la ruta De Valporquero a Valle y Coladilla
Inicio/Fin Valporquero de Torío.(Vegacervera)
Duración aproximada 4 horas
Dificultad Media
Tipo de ruta Cirular
Punto más elevado Puertos de Valle 1.516 m

En una comarca de reconocida vocación turística, la ruta ofrece interesantes recursos para el visitante. Paisajes de alta montaña, tradición y cultura a lo largo de un recorrido que a nadie dejará indiferente.

La ruta es larga, pudiendo desarrollarse en distintas etapas. Parte de Valporquero, un pueblo de montaña que, al innegable atractivo de contar con la posibilidad de visitar una de las mejores cuevas de esta zona, añade el encanto de un pueblo de montaña y unos magníficos paisajes del complejo calcáreo de Vegacervera. La ruta parte del mismo pueblo hacia el oeste. Pronto alcanza una extensa vega hasta hace pocos años cultivada y dedicada ahora a la producción de hierba. En estas vegas, "El Valle", parece que existió un castro. La tradición popular cuenta que aqui hubo un pueblo, quizá el poblado medieval Bociello, ahora desaparecido. Ascendiendo poco a poco, se alcanzan los puertos de Valle de Vegacervera, un vasto territorio ocupado por pastizales naturales tradicionalmente aprovechados a diente por los ganados. El abandono de estos puertos y de El Valle, está potenciando su ocupación por matorrales como aulagas y escobas. La roca caliza aflora por doquier, siendo abundantes las cuevas y sobre todo las dolinas que, a modo de embudos, captan el agua superficial conduciéndola a la intrincada red de canales, simas y galerías subterráneas.

Tras cruzar estos pastos despejados, se inicia un fuerte descenso hasta el pueblo de Valle. La litología cambia y unas pizarras deleznables complican aún más, si cabe, el descenso. El camino se convierte en este tramo en una angosta vereda que conduce hasta el mismo pueblo.

Valle de Vegacervera es una aldea sencilla en la que las reminiscencias del pasado se leen en las piedras de las casas o de la iglesia, evidencias románicas de un pasado más notable. Por el camino del cementerio, se toma el antiguo camino que conduce a Coladilla por la senda de La Gallega.

Coladilla guarda aún el encanto de la vida en la montaña. Las nuevas alternativas económicas no han impedido que el pueblo conserve su sabor tradicional. Tras un paseo por el pueblo, que lo merece, la ruta continúa.

Hay que ganar altura, abandonar el valle y regresar a los puertos. Las laderas están pobladas, según se va ascendiendo, por un interesante robledal al que aquí y allá se han ganado parcelas para sembrar, poner unas colmenas o meter el ganado. Pronto las condiciones se vuelven duras para el arbolado, regresando al dominio del matorral. Topónimos sonoros como la Fuente La Grea, que el camino deja a su paso, o Las Monecas hacen pensar qué condiciones de vida tendrían los pobladores que se aventuraron a ir a cultivar sus centenos a estas altitudes. Un simple vistazo a las tierras, protegidas del norte por una peña caliza, hace explicable tal osadía. Eso y, por supuesto, la necesidad de tierras de cultivo.

De nuevo en el dominio de la caliza, las orquídeas y los enebros rastreros se hacen los protagonistas del paisaje. La ruta avanza, regresando de nuevo a Valporquero, cuyas construcciones se intuyen en el horizonte. El camino carretero se ha perdido y hay regresando de nuevo a Valporquero, cuyas construcciones se intuyen en el horizonte. El camino carretero se ha perdido y hay que continuar por el de "burros y personas" que, perfectamente trazado, va descendiendo hasta cruzar el arroyo de Valporquero, el mismo que unos metros más allá se sume à las entrañas de la cueva, para resurgir en una espectacular caída y alimentar con sus aguas frías y claras el cauce del Torio.

Recomendaciones:

  • Recorrido de alta montaña. Es aconsejable llevar ropa y calzado apropiados.
  • En las zonas de montaña, las condiciones meteorológicas pueden variar de forma repentina.
  • Debido a la longitud y duración prevista del recorrido, puede ser necesario llevar agua y comida. Se recomienda planificar la excursión teniendo en cuenta la longitud y desnivel de la ruta.
  • La recogida de residuos es muy dificultosa en estos valles. Procure llevar su basura de regreso y depositarla en contenedores.
  • En el recorrido hay algunas portillas para evitar que el ganado pase a los pastos vecinos. Si necesita abrirlas para pasar, no olvide volverlas a cerrar.
  • Por respeto al entorno y a otros posibles visitantes, se recomienda no dar voces ni llevar aparatos que produzcan ruidos estridentes.

Cartografía

Vuelo virtual

Pulsa para reproducir

Galería de imágenes

Contenido temático

Con fueros antiguos otorgados por Alfonso VI, el Concejo de Vega de Cervera fue desde siempre tierra de paso. Paso de gentes y culturas que, desde el paleolítico, han dejado su impronta en estos valles. Castros en los altozanos protegidos, luego fortificados y convertidos en poblados. Trasiego de tropas dominadoras que vinieron a imponer su paz a través de calzadas y puentes. Calzadas más tarde empleadas como caminos de fe, como el camino de San Salvador de Oviedo, un ramal del camino francés a Compostela que ha dejado interesantes muestras en la zona.

En la iglesia de Valle, dispersos en sus muros se encuentran restos labrados con el ajedrezado jaqués. Pero es sobre todo en Coladilla, donde su iglesia de traza románica, bien conservada, y documentada desde el s. XII, alberga elementos decorativos de interés, como los canecillos que representan motivos geométricos, vegetales y antropomorfos y la puerta de acceso, donde junto a restos epigráficos, aparecen grabadas las conchas jacobeas.

El agua de lluvia, ligeramente ácida, favorece la disolución de la caliza, originando un paisaje kárstico característico. Valporquero ofrece uno de los mejores complejos kársticos de esta vertiente de la cordillera Cantábrica. Asentado sobre un valle ciego, sólo se percibe en superficie una minima parte del entramado de cuevas, simas, galerías y corrientes que modelan el subsuelo, un complejo mundo subterráneo originado cuando el arroyo de Valporquero, afluente del Torío, se sume dentro del macizo calcáreo, i a la entrada de la cueva, para resurgir en la Fuente de la Cuevona, tras salvar un desnivel de 221 m.

Tras recorrer un corto espacio en superficie, tributa sus aguas al Torío, que articula la red hidrográfica de todo el valle. Existen otras manifestaciones del karst, como torcas o dolinas, acanaladuras, picos y aristas, lapiaces, fuentes y surgencias, algunas habitadas por xanas.

Optimizar esas posibilidades supuso un largo aprendizaje, modelado por la norma de la costumbre y la tradición. Ordenanzas de concejo regulaban el aprovechamiento de los montes, garantizando lo que hoy se conoce como aprovechamiento sostenido: el medio se usaba, intensamente, pero de su buen uso dependía la supervivencia en años venideros.

Así, las laderas de los valles que aparecen ahora aterrazadas, constituían un mosaico de tierras en las que se obtenían todo tipo de productos. Incluso en las vegas más altas, resguardadas y soleadas al abrigo del norte, se sembraban los centenos que garantizaban el grano con el que amasar el pan. Eran otros tiempos; los pueblos estaban llenos de gente y la tierra de labor es escasa en la montaña... Tampoco sobraban los pastos, por lo que el ganado pasteaba buena parte del año en los puertos, aprovechando los abundantes pastizales naturales subalpinos, frescos todo el verano. El cambio en los usos tradicionales está generando una profunda trasformación en el paisaje de estos valles.

En las peñas y pastizales

En las zonas más altas vive una nutrida comunidad faunística, aunque apenas se perciba la presencia de las aves. Las chovas, gregarias y escandalosas, acompañarán al caminante durante buena parte del recorrido, tanto las piquirrojas, más querenciosas en sus requerimientos, como las piquigualdas. Poco visibles durante el día, las ratillas y los topillos dejarán evidencias de su presencia en forma de surcos o galerías en el pastizal o de pequeños montones de tierra, las mureras. Son presa común de cernícalos, ratoneros, zorros y sobre todo de armiños y comadrejas, que penetran en sus galerias para darlos caza. Especialmente vistosa resulta durante el verano la comunidad de insectos, destacando las numerosas mariposas que frecuentan las flores de los pastizales, permitiendo su polinización.

Cuando se va retirando la nieve y los pastizales conservan aún todo su frescor, una amplia variedad de plantas herbáceas inician la floración, convirtiendo los pastizales en una de las comunidades más complejas y vistosas de la montaña. Duran poco, apenas el tiempo de exhibir unas vistosas flores gracias a lo que son polinizadas por los insectos, garantizando así su supervivencia.

Pero deben sobrevivir superando otros factores limitantes, como los fuertes contrastes de temperatura entre el día y la noche, la temperatura del suelo o la incidencia de la luz. Así, las anémonas de montaña (Pulsatilla rubra), despliegan unos pelos blanquecinos muy tupidos, que permiten a la planta

mantener su temperatura. Sus colores brillantes, de tonalidades rosas, moradas o rojizas, reflejan con más facilidad la radiación solar, muy intensa en estas zonas. Especialmente vistosas resultan algunas orquídeas de los géneros Orchis y Dactylorhyza, de tonos violáceos, rosados o amarillos, que destacan como pequeñas mazas de colores entre el pastizal ralo.

Comunes son también las gencianas, violetas y moradas, de distintas especies, desperdigadas en los prados, confundiéndose con otras herbáceas. Salvo la genciana amarilla (Gentiana lutea), que erguida en sus tallos aisla sus flores del pasto. Tradicionalmente empleada en la medicina popular, se

recolectaban sus rizomas, lo que afectó seriamente a la especie en muchas zonas de montaña. Con ellas crecen otras muchas especies en función de la época del año; lirios y narcisos en primavera, destacando un endemismo orocantábrico, el narciso asturiano. Los despachapastores o quitameriendas y los azafranes silvestres anuncian ya el regreso de la nieve.

Para muchas de estas especies, el periodo vegetativo es muy limitado. La nieve, que para la flora de montaña supone una reserva hídrica y una protección ante el frio intenso, favorece el rápido desarrollo de numerosas plantas, que llegan a florecer en pleno deshielo, gracias a que han permanecido el invierno. enterradas bajo el suelo en forma de bulbos o de rizomas, capaces de germinar de nuevo cuando los primeros rayos del sol calientan la superficie.

Casi desapercibidos, los líquenes son los primeros colonizadores de la roca desnuda en la montaña, potenciando condiciones más favorables para las plantas superiores.

Los robledales

Los bosques de roble se asientan en estos valles en laderas montanas con orientaciones

septentrionales y pendientes notables. Forman una cubierta densa y tupida que, sin embargo, no impide la entrada de la luz en su interior, por lo que el sotobosque está bien desarrollado. En primavera, resulta especialmente llamativo un narciso, el Narcissus triandrus cuya única hoja se abre paso entre la hojarasca que tapiza el suelo.

El hayedo de valporquero

Acantonados en laderas de orientación norte, los hayedos ocupan hondonadas frescas y umbrosas, constituyendo bosques en los que el haya es casi la especie exclusiva. La topografia del terreno favorece la aparición de claros y linderos, en los que crecen acebos, espinos albares y serbales. La caliza aflora por doquier, dando al bosque un aspecto duro, donde las hayas vetustas y retorcidas, aprovechan las grietas y fisuras para enraizar, germinando los hayucos al amparo de los herbívoros.

Puntos de interés PDF

SUBIR