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Los caminos de la Trashumancia

Cómo llegar

  • Desde Villablino se toma la carretera hacia Leon, por Omaña. Pocos kilómetros después de Riello y antes de Soto y Amío, aparece el desvío hacia Villayuste, a la izquierda,
  • Desde la Magdalena, hay que dirigirse hacia Villablino, por Omaña, y unos 500 metros después de Soto y Amío existe un desvío a la derecha que se dirige a Villayuste.

Descripción de la ruta

Nombre de la ruta Los caminos de la trashumancia
Inicio/Fin Villayuste (Soto y Amio)
Duración aproximada 4 horas 15 minutos
Dificultad Baja
Tipo de ruta Circular
Punto más elevado 1452 m

La ruta comienza en el Barrio Chico de Villayuste, donde se toma un camino que asciende entre fincas y baldíos, y se dirige a las Eras de Redimil, una zona elevada donde se trillaba el cereal, trigo y centeno, y se “venteaba” para separar el grano de la paja.

A medida que se avanza, los baldíos colonizados por matorral van dominando el paisaje, pero aún quedan muchos antiguos caminos, por lo que habrá que estar muy atento a las balizas para seguir el camino correcto. Después de un breve tramo entre robles, se llega al cordel que discurre en un primer momento por un robledal y después por zonas más despejadas que permiten ver las montañas de Luna, El cordel asciende poco a poco hasta el alto de El Viso donde se abandona para comenzar el descenso hacia Lago. En todo este recorrido entre robledales degradados: piornales y brezales, se va contemplando buena parte de la comarca de Omaña, con sus viejas montañas de suave relieve y cubiertas por extensos robledales castigados por el fuego durante siglos. Al llegar a Lago, una pequefia localidad que aún guarda muestras de arquitectura tradicional omañesa, la ruta se desvía de  nuevo a Villayuste, no sin antes pasar por un pequeño valle que separa ambas localidades y en el que existen antiguos molinos de agua

Recomendaciones:

  • Es aconsejable llevar calzado apropiado.
  • No se deben llevar perros sueltos ya que pueden causar molestias al ganado.
  • Aunque en el recorrido existen algunos manantiales y fuentes, debe procurarse no beber agua sin las suficientes garantías sanitarias, Es mejor llevar agua.
  • La recogida de residuos es muy dificultosa en estos valles. Procure llevar su basura de regreso y depositarla en contenedores.
  • Por respeto al entorno y a otros posibles visitantes, se recomienda no dar voces ni llevar aparatos con ruidos estridentes.
  • No conviene acercarse a los rebaños ya que suelen estar guardados por mastines que los protegen de los intrusos con mucho celo.

Cartografía

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Contenido temático

La organización social del personal a cargo de los rebaños trashumantes era ciertamente compleja y aparentemente, más propia de la disciplina militar. Por encima de todos estaba el dueño del ganado que, mientras existió La Mesta, correspondió sobre todo a grandes terratenientes del sur peninsular y a varias comunidades eclesiásticas, aunque más tarde, también hubo propietarios oriundos de las montañas leonesas. El máximo responsable de las ovejas y de todo lo relacionado con el pastoreo era el mayoral, que solía ser natural de algún pueblo de León. También se encargaba de la contabilidad y anotaba sueldos, nacimientos de corderos, muerte de reses, etc., en un cuaderno destinado a ese fin que recibe el nombre de apiadero, El cargo solía mantenerse hasta la jubilación y se transmitía de padres a hijos, o a familiares cercanos; El segundo puesto en la jerarquía pastoril corresponde al rabadán, que era el responsable de cada rebaño, unas mil ovejas, y en los viajes, se adelantaba para preparar los lugares de descanso y el avituallamiento para los pastores y el ganado. Por debajo del rabadán aparecen varias figuras más, como el compañero, el ayudante o yegüero, la persona, el sobrao y el zagal, estos tres últimos, encargados de que el rebaño no sé saliera de la cañada durante los viajes. Por último, de los pueblos cercanos a los puertos de verano, algún chaval era empleado como motril, para que fuera aprendiendo los pormenores del oficio.

El cordel también era utilizado por los pequeños rebaños de ovejas churras de las gentes de Babia y Luna que los llevaban a invernar al Llano de León y que por esta zona de Omaña eran conocidos como los churreros. En este caso, los rebaños eran mucho más reducidos y solía ser la familia propietaria, la encargada de cuidar y dirigir al rebaño.

Que las utilizaban más los hombres, aunque alguna mujer “de las de rompe y rasga”, las manejaba con destreza, Cuenta también que las caídas eran peligrosas, que a una vecina se le clavó el palo entre “el redondo y el rasgao” y estuvo muy grave.

Se buscan palos de negrillo con buena horquilla y se trenza el asiento para el pie, con varas de salguera, que deben recogerse en invierno.

En las construcciones tradicionales siempre se han utilizado los materiales del entorno y en el caso de las cubiertas, se optó por el teito. Las tierras situadas en la parte alta de Villayuste y Lago eran destinadas al cultivo del centeno y la paja de este cereal es muy adecuada para las techumbres. Debía ser segada a mano y quitado el grano, pero sin trillar, para que la paja no se rompiera. Después se seleccionan las pajas más largas y se desechaban las cortas o rotas y los hierbajos. Con la paja seleccionada se hacían las gavillas o cuelmos, listos para ser colocados por el teitador. La duración de la cubierta era de hasta veinte años, aunque se solía hacer una parte cada cinco años y se iba rotando.

Los robledales son los bosques más abundantes en Omaña y desde siempre han sido intensamente aprovechados por sus habitantes. Como leña ha sido muy utilizado para calentarse y alimentar los hornos, y los pocos ejemplares que alcanzaban la madurez, se utilizaban en la construcción de viviendas y en la fabricación de muebles. 

Una de las virtudes del roble consiste en crear suelos ricos, pero paradójicamente, este hecho ha supuesto su transformación en tierras de cultivo y pastos. Con este fin, cada verano se quemaban amplios territorios en los que el efecto era inmediato, ya que ese mismo otoño o en la primavera siguiente crecía abundante pasto para el ganado.

Sin embargo, la eliminación total del roble suponía un empobrecimiento paulatino del suelo ya que no cumplía su función de creador de suelo y dejaba de retenerlo en su entramado radicular.

Así, hoy en día, aparecen grandes extensiones cubiertas de roble que apenas alcanza dos o tres metros de porte ya que, cada pocos años, es arrasado por el fuego 0 cortado a matarras.

El mastín leonés o mastín español era clave en la defensa del rebaño frente al lobo, tanto en los puertos, como durante el traslado de los rebaños. Permanecía atento sobre todo durante la noche, cuando el pastor dormía, Cada rebaño era acompañado por unos cinco mastines y estaba claramente estipulado que la ración diaria de pan del mastín, debía ser igual a la que le correspondía al pastor. Al mismo tiempo, otros perros de menor tamaño, conocidos como careas, tenían la función de “carear” al ganado, es decir, dirigirlo e impedir que se metiera en prados u otros terrenos privados, además de hacer compañía a los pastores. Los careas no podían enfrentarse a los lobos cuando estos atacaban, pero daban aviso a los mastines.

Hoy en día, apenas se producen ataques a los rebaños de ovejas y los lobos, que aún persisten en buen número en la zona, se alimentan principalmente de ungulados silvestres, como corzos o jabalíes.

El lobo ha sido, probablemente, el animal más perseguido y odiado desde la antigüedad, en parte porque nunca se ha entendido que cuando caza, no solo mata lo que necesita para comer en ese momento, sino que cuando ataca a un rebaño acaba con el mayor número de ovejas posible. Actualmente ha cambiado esa imagen de animal maldito, pero aún despierta los recelos de las gentes del campo.

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